Catálogo Colectivo de las Bibliotecas Agustinianas de España

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El Problema de la muerte en Martín Heidegger y San Agustín / José Luis Cancelo García

Por: Cancelo García, José Luis, (O.S.A.), (1935-2023).
Tipo de material: materialTypeLabelLibroFabricante: [Lugar de impresión no identificado] : Amazon, 2020Edición: 2ª edición.Descripción: 367 p. ; 23 cm.ISBN: 979-86-426-4901-5.Tema(s): Heidegger, Martin (1889-1976) -- Crítica e interpretación | Agustín, Santo, Obispo de Hipona -- Filosofía | Muerte -- Aspectos filosóficosResumen: Si todo estudio comparativo entre pensadores es de suyo arriesgado, el riesgo y las dificultades aumentan cuando entre las doctrinas estudiadas media y pesa una la larga historia de siglos. Agustín (354-430) y Heidegger (1889-1976) están uno del otro muy distantes en el tiempo. Los problemas, la sensibilidad generalizada de la sociedad, la imagen del mundo en que se mueven, la situación histórica son distintas. Sin embargo, esta misma diversidad me ha llenado de admiración al encontrar en Heidegger una temática fundamentalmente similar a la de Agustín. Pienso que entre San Agustín y Heidegger existe una cierta afinidad «espiritual» que nos ha hecho pensar que la confrontación merecía ser intentada. Ciertamente se puede pensar que Heidegger «no pertenece al filón agustiniano», que el influjo de Agustín "no fue decisivo" y que el agustinismo de Heidegger sería más bien «una atmósfera que respiró» el filósofo de Messkirch. Sin embargo, no podemos menos de manifestar la impresión de que Heidegger es más agustiniano de lo que parece a primera vista. De hecho, para Agustín y Heidegger, el hombre es una estructura dinámica autotrasparente, que está siempre sobre ella misma, con una presencia afectivo-racional. Tiene un conocimiento prerreflexivo de su situación original y se manifiesta, a su vez, como revelación, apertura y orientación. El hombre es un ser ontológicamente iluminado. Gira en torno a otro centro. Nadie va al Ser si no es guiado por el mismo Ser. La vivencia de la muerte, no como punto final, sino como estructura ontológica, pone de manifiesto que el ser del hombre está regido por una instancia superior a él mismo. En Agustín es Dios. En Heidegger es el Ser, instancia previa al conocimiento de Dios.
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Libros Libros Biblioteca de Guadarrama

Biblioteca Agustiniana Fray Luis de León

Seminario San Agustín
SA XVIII-1 917/4-5 (Navegar estantería) Disponible GU-G051811
Libros Libros Biblioteca de Los Negrales

Biblioteca Agustiniana Los Negrales

Estudio Teológico
SA 69 4bis (Navegar estantería) Disponible NE-GO37352

Bibliografía: p. 343-365

Si todo estudio comparativo entre pensadores es de suyo arriesgado, el riesgo y las dificultades aumentan cuando entre las doctrinas estudiadas media y pesa una la larga historia de siglos.
Agustín (354-430) y Heidegger (1889-1976) están uno del otro muy distantes en el tiempo. Los problemas, la sensibilidad generalizada de la sociedad, la imagen del mundo en que se mueven, la situación histórica son distintas.
Sin embargo, esta misma diversidad me ha llenado de admiración al encontrar en Heidegger una temática fundamentalmente similar a la de Agustín. Pienso que entre San Agustín y Heidegger existe una cierta afinidad «espiritual» que nos ha hecho pensar que la confrontación merecía ser intentada.
Ciertamente se puede pensar que Heidegger «no pertenece al filón agustiniano», que el influjo de Agustín "no fue decisivo" y que el agustinismo de Heidegger sería más bien «una atmósfera que respiró» el filósofo de Messkirch.
Sin embargo, no podemos menos de manifestar la impresión de que Heidegger es más agustiniano de lo que parece a primera vista. De hecho, para Agustín y Heidegger, el hombre es una estructura dinámica autotrasparente, que está siempre sobre ella misma, con una presencia afectivo-racional. Tiene un conocimiento prerreflexivo de su situación original y se manifiesta, a su vez, como revelación, apertura y orientación. El hombre es un ser ontológicamente iluminado. Gira en torno a otro centro. Nadie va al Ser si no es guiado por el mismo Ser. La vivencia de la muerte, no como punto final, sino como estructura ontológica, pone de manifiesto que el ser del hombre está regido por una instancia superior a él mismo. En Agustín es Dios. En Heidegger es el Ser, instancia previa al conocimiento de Dios.

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